niñacaracol

miércoles, mayo 31, 2006

Ménage à trois

"Una mala cena es una cosa que no se recupera nunca"
Eugeni d'Ors

Noche de sábado y sin plan. Ninguna llamada masculina. Decido coger yo el teléfono y no ir a cenar con uno, sino con dos hombres más que interesantes.

Tengo dos amigos guapos y solteros: el músico y el actor. Con el tiempo uno ha perdido cabello y el otro ha ganado peso, pero mis acompañantes me han hecho sentir la mujer más envidiada del restaurante. Lástima que hace tiempo que nos conocemos y entre nosotros no se despierta ya la líbido sexual.

Con el actor fuimos inseparables durante unos años, teníamos una relación de amor-odio que nos hacía parecer a ratos un matrimonio, sin sexo, naturalmente. Hacíamos feliz a la novia del músico cuando accedíamos a besarnos, a cambio de una botella de moscatel. Con el músico tuve una aventura de una noche en época de entreguerras que decidimos olvidar.

Y este sábado somos tres singles comentando nuestras vidas solitarias y repasando la de los demás. Qué noche más fantástica! No la cambiaba por ninguna velada romántica con cualquier hombre con ganas de impresionarme. Como hemos reído. Con el segundo plato el tema de "últimas conquistas" ya era protagonista de nuestra conversación.

El músico tenía hoy una cita con la hermana de un compañero de trabajo, a la que ha plantado a última hora con una triste excusa. Le podía haber dicho que le apetecía más salir con sus amigos que no ir al cine con ella como tenían previsto. Lo he felicitado por el acto generoso de la llamada. Pero no he saltado en defensa del género femenino cuando ha comentado los detalles que no le convencen de la chica. He sonreído para mis adentros pensando que almenos de mí nadie se queja por falta de... tetas y culo. Desgraciadamente su peor inconveniente es que ya tiene novio.

El actor está muy desanimado, comenta que no hay manera de encontrar unos mínimos de calidad: no hay mercado. Los tres opinamos que en internet, donde tantas esperanzas dipositamos los solteros para ligar, no se obtienen los resultados deseados.

El músico últimamente habla con una profesora de aerobic. Una muchacha muy maja pero que se niega a enseñarle una foto. Es decir: debe ser más fea que un pecado y encima vive en Alicante! El mes pasado chateaba con una chica de color a quien tuvo que bloquear urgentemente cuando ya la tenía a la puerta de su casa con la maleta y su hijita de tres años. El actor a pesar de sus aventuras, dice que le agotan las mismas preguntas, las charlas insípidas... Los que valen la pena desaparecen y si aparecen demasiado se hacen pesados.

Mientras el músico se decide por un clásico como el Pastel de chocolate y el actor se arriesga con el Helado de Fruta de la pasión, mi cabeza hace una Macedonia entre frutas, dulces y mis cibernáuticas amistades.

Me apetecería inventarme alguna historia que pudiera sorprenderlos. No mostrarían interés alguno por saber que un hombre maravilloso y sensible desapareció al poco de haber probado la Mel i mató. Y menos entusiasmo por conocer los detalles sobre un intelectual Biscuit con ganas de mojar, de un romántico Profiterol que huyó asustado, o de un Bizcocho que no me gustaba demasiado. Tampoco les impresionaría que me haya podido ligar un Soufflé d'escritor premio Sant Jordi o una Mousse de futbolista retirado.

Creo que quizás alguna historia más rocambolesca les haría más gracia: el Pastelito de boniato de una compañera de trabajo que me tira los tejos por el chat antes de haber cortado con ella o el Tiramisú que insiste a tomar un café el mismo día que le tira la caña a una amiga mía que ha conocido también en internet. Estas casualidades no se las tragarían. Como tampoco si les digo que un día entro en un bar y un desconocido Flan de coco reconoce mi cabello cobrizo y me saluda efusivamente. Y menos todavía si me invento que un fresco Sorbete de limón me propone rollo aprovechando la guardia de su mujer médico y el domingo siguiente se hace el sueco cuando con su feliz pareja lo sorprendo tomando un helado.

No sé cual de estos cuentos colaría. Creerían que cada semana pruebo dos o tres Batidos diferentes antes que tengo un amigo con quien haría una buena Crema catalana, que sólo lo conozco de hablar por el chat.

Para captar su atención tengo que ponerle algo de morbo. Me puedo inventar que un respetable padre de familia me enseña su Plátano erecto a punto de caramelo por la cam o que una noche de soledad invité a mi casa a un Dulce de leche después de una conversación escasa de 10 minutos. Dirían que soy una calientabraguetas si explico que después de una cerveza lo despaché, pero qué pensarían de mí si les dijera que se quedó practicando sexo hasta la mañana siguiente? Y qué les parecería la reaparición de un ofendido Tocinillo del cielo dos meses después de haberlo rechazado, con la inocente propuesta de ir a follar a su despacho...

Mi imaginación és fascinante, pero a los amigos no se les tiene que poner celosos y menos engañar.

Silencio: la camarera que lleva toda la cena con miraditas y insinuaciones a los hombres de mi propiedad espera saber mi elección. Lo tiene claro si cree que abriré la boca. Así como vosotros si esperáis el relato de los postres de músico o de las escenas improvisadas con el actor o que confiese la interpretación privada conjunta de un "Trio en Mi bemol Mayor".

Publicado el 21 de mayo de 2006